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El fin del mundo acecha a la vuelta de la esquina, o tal vez en la regadera, o debajo de la caja de arena del gato. Se acerca sigilosamente y parece haberte visto desde hace ya un tiempo, posiblemente no recuerdas la última vez que te preguntaste «¿Qué hago aquí?» en su presencia.

Es difícil reconocer que la vida es mucho más de lo que podemos entender, what we can grasp (me gusta la palabra «grasp», significa «agarrar» y a la vez «entender», como la palabra «cachar»). Aquello que creemos entender, creemos sostenerlo entre las manos, ¿es posible disecarlo, cambiarlo o utilizarlo? Henos frente a la desvergonzada y agotadora búsqueda del conocimiento humano, tratando de atrapar al Universo que revolotea a nuestro alrededor, buscándole un uso, aquejados por una obsesión que parece acompañarnos desde que aprendimos a «controlar» el fuego (el cual con cada incendio nos recuerda que nunca aprendimos realmente).

La Vida es, como podemos ver a simple vista, mucho más grande que nosotros. Creemos estar en este planeta para desarrollarnos y proclamarnos reyes de la colina. Así, pensándonos la especie dominante, crecimos, construimos y abusamos de todo nuestro ecosistema. Nos convertimos en una gran quimera que se arranca las cabezas con sus propias mandíbulas mientras come con un hambre insaciable.

Creemos estar en este planeta para desarrollarnos y proclamarnos reyes de la colina. Así, pensándonos la especie dominante, crecimos, construimos y abusamos de todo nuestro ecosistema.

Hoy, la Vida vuelve a mostrarnos una nueva dimensión, olvidada por el hombre hace muchos dogmas y teorías: Las «coincidencias» divinas.  Más que un encuentro con Dios frente a frente, son un recordatorio místico de quiénes somos. Cada vez es más fácil notar como toda nuestra vida está conectada, un sin fin de coincidencias desfilan frente a nuestros sentidos logrando que nos preguntemos aquello que hemos evitado por tanto tiempo, ¿Quién soy? ¿Qué hago aquí?

Observando a mi alrededor entiendo que el fin del mundo es individual y está sucediendo en todas partes, para todos. Los cristianos dicen que antes del Apocalipsis «El Evangelio será predicado en todas las naciones». Ellos creen que su Biblia es el evangelio, pero el evangelio es una promesa divina, desde los labios de la Existencia misma, como si pudieras escucharla decir «Eres un dios dormido. Un dios que ha olvidado su gracia, su capacidad para amar y crear. Un dios que decidió soñar que era oficinista, doctor, payaso o escritor. Un dios que decidió creer en vez de crear. Un dios que se enamoró de la idea de ser sangre, carne y hueso».

Cada vez es más fácil notar como toda nuestra vida está conectada, un sin fin de coincidencias desfilan frente a nuestros sentidos logrando que nos preguntemos aquello que hemos evitado por tanto tiempo, ¿Quién soy? ¿Qué hago aquí?

El fin del mundo se asoma cada vez que haces algo que no quieres, porque sabes que es injusto, susurra cuando sabes que algo te envenena y aún así lo comes, te abraza cuando te sientas a ver imágenes de dolor y decadencia en la televisión o la computadora.

Te arropa mientras esperas a la intemperie de tu indecisión, ¿es tan difícil elegir una vida diferente, una vida de amor, paz, inteligencia y creatividad?

El fin del mundo sucederá cuando se derrumben las paredes de tus prisiones mentales, cuando puedas volver a asombrarte ante un Universo vivo, tal vez demasiado vivo.

El fin del mundo sabe dónde vives. ¿Qué harás cuando llegue?

«Eres un dios dormido. Un dios que ha olvidado su gracia, su capacidad para amar y crear. Un dios que decidió soñar que era oficinista, doctor, payaso o escritor. Un dios que decidió creer en vez de crear. Un dios que se enamoró de la idea de ser sangre, carne y hueso»

[La vida y sus coincidencias se aparecieron mientras escribía esto.]